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¡No a la matanza imperialista en Siria!
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El veredicto de quienes se erigen en juez, parte y verdugo de la “comunidad internacional”, USA y sus adláteres, es que el régimen sirio es necesariamente culpable del supuesto ataque masivo con armas químicas perpetrado en un suburbio de Damasco el pasado 21 de agosto. Con o sin pruebas de la autoría ‒las presentadas, probablemente, resulten tan poco convincentes como las que sirvieron para intervenir en Irak‒, verdad o mentira, importa un carajo. El “castigo” debe ser impuesto igualmente, al amparo o al margen de la legalidad internacional, mediante el lanzamiento a mansalva de criminales misiles de crucero.

El eje central del argumento de la Casa Blanca es que este ataque contraviene el derecho internacional: en el caso de que realmente Al-Assad fuera el responsable de haberlas empleado no hubiera habido ninguna transgresión, ya que Siria no ha suscrito ningún tratado de prohibición de armas químicas ni ha hecho uso de las mismas frente a un tercero. Pero, ¿a quién beneficiaría una matanza ejecutada con agentes químicos ante los ojos de los inspectores de la ONU y el mundo? ¿Qui prodest? Desde luego, no al régimen de Al-Assad que lleva la iniciativa en el curso de la guerra. Hasta la fecha, sólo consta la denuncia de la ONU del uso de armas químicas por parte de los rebeldes. Es conocida la detención en Turquía el pasado mes de mayo de varios miembros de la sección siria de Al Queda, Frente Al Nusra, portando gas sarín e, incluso, en Irak, fueron descubiertas varias plantas clandestinas de fabricación de estos gases vinculada a los rebeldes sirios. El propio Obama fue quien dio las indicaciones a los rebeldes sirios de las circunstancias en las que se podía esperar la intervención norteamericana trazando «líneas rojas» que, en junio, servían para lanzar una advertencia al régimen sirio anticipando en el tiempo el actual escenario y rearmar a coste del contribuyente americano a las fuerzas de choque islamistas, en retirada tras una sucesión de reveses infligidos por el ejército de la República Siria.

Sin duda, constituye el burdo pretexto, el casus belli, que precisaba a todo coste la constelación en declive de potencias capitalistas comandadas –y algunas también espiadas, según las revelaciones del caso Snowden‒ por el premio Nobel de la Paz Obama para hacer prevalecer a sangre y fuego sus designios geopolíticos y geoestratégicos en Oriente Medio, después de que la  guerra sucia patrocinada por Qatar, Arabia Saudita, USA y la OTAN haya fracasado en su objetivo primordial de propiciar, tras más de dos años, la «caída inmediata» de Bashar Al-Assad. Ahora ya no bastaría a los “amigos de Siria” con financiar, entrenar y armar a los tafkiristas, sino que se trataría de desbrozarles el camino hacia Damasco bajo una lluvia de misiles que merme la capacidad de resistencia del estado secular sirio. Para gloria de Israel y el regocijo de los reyezuelos de las monarquías autocráticas de Arabia, la vía más corta hasta Teherán pasa por Siria.

El imperialismo postmoderno opera con la cobertura del “humanitarismo” para justificar sus brutales intervenciones manu militari. Y para asegurar el tiro y legitimar sus tropelías, la maquinaria propagandística lleva fijando el blanco en Siria desde tiempo atrás: los mismos sujetos que son ejecutados por los drones de Obama en Yemen, Afganistán o Pakistán, en Siria son los héroes y víctimas que cínicamente prodigan los mass-media occidentales. La barbarie cabalga a los lomos de entelequias genocidas como el «derecho a la injerencia» y «la responsabilidad de proteger» a la población civil. Los adalides de la “humanidad” siempre se sirven de las mismas coartadas filantrópicas para intervenir en los asuntos internos de estados soberanos y bombardearlos: se puede contar por centenares de miles las víctimas civiles, los desplazados y refugiados de las “guerras humanitarias” desencadenadas por la OTAN, con o sin la prerrogativa de la corrupta ONU, en la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán y Libia.

Pero del ataque inminente sobre Siria, voceado con determinación por las cancillerías occidentales en la vorágine de estos días, hemos pasado al ataque expectante y de alcance limitado para concitar apoyos a la desesperada. Obama, cautivo de sus propias palabras, se ha quedado solo y descompuesto al desmoronarse en pocas horas la coalición punitiva que lideraba: la fronda de la cámara de los Comunes británica ha tumbado la participación militar de su principal aliado, el premier Cameron; el presidente francés, Hollande, tras el calentón, vacila y queda pendiente del informe de los inspectores de la ONU y una consulta a la Asamblea Nacional antes de emprender las “represalias”; Canadá se descuelga de una acción bélica; Alemania nunca ha contemplado sumarse a la misma; de Italia nada se sabe y la mayoría de poblaciones, incluida la norteamericana, se oponen a cualquier tipo de intervención. Y aunque por vergüenza torera Obama lance la estocada prometida, ante los acontecimientos adversos, no quedará más que en amago testimonial en forma de ataque selectivo.

Sin embargo, un par de misiles yanquis contra Siria bastan para encender la mecha del polvorín regional cual reguero, con consecuencias imprevisibles e incontroladas en un juego peligroso del que son partícipes Irán, Turquía, Líbano, Jordania, Israel y los territorios ocupados, Irak, Arabia Saudita y el resto de países árabes del Golfo. Amén de exacerbar la concurrencia interimperialista con potencias emergentes como Rusia y China en medio de una crisis del capitalismo sin precedentes.

En España, el partido de los criminales de guerra lo encarnan las siglas PPSOE. El gobierno del PP ha dado escolta a la misma flotilla británica que en estos momentos se halla apostada frente a las costas sirias, previa escala chulesca en Gibraltar y después de darle acogida en la base aeronaval española de Rota con destino al Mediterráneo, casualmente, una semana antes del incidente químico en Damasco. Por su parte, el PSOE por boca de la segunda de abordo, Elena Valenciano ya ha manifestado su ardor guerrero social-imperialista y claman para que las bombas caigan sobre Al-Assad. Del electoralista «no a la guerra en Irak» trocado por el refuerzo de tropas españolas en Afganistán y la participación en el pillaje de Libia, el PSOE destaca por la escalada en su belicismo al servicio de Washington.

El Partido Nacional Republicano se opone a todo tipo de intervención sobre un país soberano, niega cualquier legitimidad para hacerlo, sea cual sea la excusa utilizada y los medios empleados. Asimismo, el PNR denuncia como crimen de guerra cualquier colaboración que pueda brindar el juancarlismo a USA en su anunciada agresión a Siria, sea en el plano diplomático o mediante el consentimiento de uso de sus bases militares en España o el tránsito por nuestro espacio aéreo o mar territorial.

 

¡Contra toda intervención en Siria!
¡España fuera de la OTAN!
¡Fuera bases norteamericanas de España!