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Ante las elecciones municipales y autonómicas del 27 de mayo
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Una vez más, la oligarquía de partidos entra en acción. Con financiación pública, créditos de Bancos y Cajas –que les son condonados– e incluso dinero robado a las arcas municipales, monta faraónicas campañas publicitarias. Lo de menos son sus programas. Lo que importa es que les votemos “como sea”. Son mercaderes de conciencias. Si les votamos, la inversión habrá sido rentable: invadirán los plenos y gobiernos municipales, las diputaciones, los parlamentos y ejecutivos regionales, e incluso pondrán a sus fieles a la cabeza de las dependencias administrativas. A partir de aquí vendrán los sueldazos y coches oficiales, los pelotazos inmobiliarios, los favores a las empresas de los amigos, la financiación de los partidos mediante los sobornos de las contratas…

Todo esto, como si en España no pasase nada. Pero sí pasa. Nuestra Nación atraviesa una crisis que no puede resolverse ni desde los ayuntamientos, ni desde los cortijos autonómicos. Por ello, los resultados de los procesos electorales de finales de mayo van a ser interpretados como plebiscitos a los dos grandes partidos del régimen de cara a las elecciones generales de 2008. 

Cada voto al PSOE será utilizado para mantener las mentiras oficiales sobre los atentados del 11-M, a los que Zapatero debe su acceso al Gobierno. Cada voto al PSOE le animará a seguir colaborando con ETA, permitiéndole el ejercicio del terror contra los españoles, tolerando la extorsión económica, legalizando a sus brazos políticos para que participen en las instituciones, se beneficien de su financiación y obtengan datos de los censos electorales para marcar “objetivos”. Cada voto al PSOE aproximará la anexión de Navarra al vasquismo anti-español e incentivará el  cuarteamiento del resto de España mediante reformas estatutarias que proclaman nuevas “naciones”.

Nada de esto alterará la tranquilidad y los negocios de la Zarzuela. La monarquía franquista del 18 de julio, que se transformó en parlamentaria y autonómica en 1978, será ahora plurinacional. Pervivirá para cubrir con una fachada de “unidad” los escombros de España de cara a Eurolandia.

Tampoco el gran capital ve motivos para el sobresalto. Con Zapatero no paga impuestos, explota a mansalva el empleo precario y recibe con alborozo la noticia del nuevo millón de inmigrantes ilegales, atraidos por Caldera, que degradarán los salarios y condiciones laborales de los trabajadores españoles.

¿La solución es el PP? Rajoy sabe que ganar por mayoría absoluta en las próximas generales es una quimera. Su máxima expectativa es gobernar como en el 96, en alianzas con los nacionalistas anti-españoles “moderados”. Por ello, las carantoñas del PP hacia CiU, e incluso en dirección al PNV, se acentúan. Tras la “realidad nacional” andaluza de Arenas y la “realidad genética” del PP gallego, ha venido la inclusión de la nacionalista catalana Mari Pau Janer en las listas del PP balear. Rajoy ya se ha embarcado en el proyecto estatutario desmembrador iniciado por el PSOE. Esto no tiene vuelta atrás: la impedirían los propios barones regionales del PP, que se resisten a quedar rezagados en la puja por arrebatar competencias al Estado. Por otra parte, Rajoy no quiere ni oir hablar de esclarecer el 11-M. Al igual que hizo Aznar con el asunto del GAL, ha decidido pasar página. Por el bien del Estado y de España, dice. ¡Como si España y su Estado pudiesen cimentarse en el crimen y la mentira! Para que nadie le acuse de “crispar”, el PP pone el acento en la gestión y compite con el PSOE en liberalismo antisocial. Un aumento de la inmigración y la supresión del impuesto sobre sociedades son puntos estrella de su programa.

El PP tiene amenazados de muerte por ETA, con el permiso del PSOE, a todos sus candidatos y los de sus socios en dos regiones españolas, Vascongadas y Navarra. Y sin embargo, este partido, que presume de ser el único “nacional” y de disponer de 800.000 miembros y diez millones de votantes, no se ha planteado ni por un segundo llamar al boicot de las elecciones. Eso se llama traición a sus propios militantes y votantes.

Ya no es hora de gestión. Es hora de preparar la ruptura democrática con el régimen vigente, que mantiene el expolio del gran capital, divide y oprime a los españoles y se dispone a financiar con los impuestos de todos a una banda terrorista. Es hora de conseguir el acceso de España a la  verdadera democracia, que garantice la libertad de todos los españoles, poniendo a buen recaudo a los terroristas y todos los que colaboran con ellos. A una república única e indivisible, presidencialista y de profundo calado social.

Para ello el único camino es la movilización cada vez más amplia y decidida de los patriotas españoles, su rebelión democrática en las más diversas formas. Ningún voto al partido del gobierno ni al partido de la oposición es capaz de aportar salida alguna a la crisis nacional que nos atenaza.

Tras las grandes movilizaciones de los últimos meses, ahora podemos llevar la rebelión democrática al terreno electoral. Es una buena ocasión para combatir al sistema oligárquico de partidos que sostienen la actual situación.

Algunos nos hablan de “voto útil”, o de “elegir el mal  menor”. El mayor mal que nos azota no es que gobierne un partido u otro. Es la degradación moral y política en que nos abisman todos ellos: una casta política, forjada en las prácticas seudo-representativas y demagógicas, corruptas e incluso criminales, que llamamos partitocracia. Frente a ella, la única alternativa inmediata es el voto en blanco. Se dirige contra la línea de flotación de esa falsa democracia, sin renunciar a la democracia verdadera, reivindicándola con una disposición activa.

Advertimos a los españoles que han confiado en los discursos “patrióticos” de Rajoy: mientras votemos al PP para castigar a Zapatero, no sólo seguimos alimentando el sistema que hunde a España en la desgracia. Incluso otorgamos legitimidad al gobierno de los trenes.

La posibilidad de un sistema democrático en España está bloqueada por una oligarquía de pajes del juancarlismo que ejerce un dominio depravado, goza de privilegios injustos y de enorme impunidad para todos sus desmanes y conduce la Nación a la catástrofe. Frente a ella, el voto en blanco lanza un claro mensaje: queremos democracia, no vuestra repugnante mentira: ¡dejad de hablar en nuestro nombre!

 

¡El único voto patriótico y democrático: el voto en blanco!