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De las “misiones humanitarias” al progresismo bélico
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El régimen juancarlista siempre ha sido un lacayo de los Estados Unidos, con bases  yanquis afincadas en nuestro territorio y fuerzas armadas involucradas en organismos y conflictos  ajenos a los  intereses nacionales de España.

Felipe González llegó al gobierno en 1982 comprometido contra la OTAN, en la que nos había metido Calvo Sotelo. Pero en 1986 nos mantuvo en la misma. Luego apoyó la  guerra del Golfo y los mortíferos bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia. A continuación, Aznar fue a las Azores, en apoyo a la invasión imperialista de Iraq, justificada con un hatajo de mentiras.

 Zapatero, por su parte, ha imitado el “de entrada no” de González, mediante un quiebro pacifista sobre Iraq por meras razones electorales. Desde finales de 2003 lanzó a las calles contra Aznar a los artistas cebados con forraje oficial, ecopacifistas, comunistas de guardarropía, liberados sindicales, okupas y abertzales. La vacuidad de los eslóganes pacifistas puestos en circulación mostraba que lo de menos era la oposición a una guerra dictada por el afán de saqueo de los recursos petrolíferos de Iraq, la expectativa de los beneficios de la reconstrucción y la protección del Estado sionista de Israel. Lo que importaba era derribar al PP. El atentado del 11-M fue falazmente atribuido a al Qaeda, que habría actuado como venganza al apoyo del PP a la guerra, y se presentó a Aznar como responsable último de la matanza. Para mantenerse en la cresta de la ola de pacifismo y terror que le había encumbrado, Zapatero sacó a nuestras tropas de Iraq; pero luego se ha convertido en el gobernante que más soldados españoles mantiene fuera de nuestras fronteras desde tiempos de Isabel II. Nuestros soldados han sido enviados a Afganistán, Líbano, Bosnia, Congo y Kosovo.

Ahora bien, ese continuo envío de tropas a escenarios de guerra encarnizada, o con funciones de represión (Kosovo) arrastraba la marca del  “No a la guerra” instrumentado en 2003-2004 para desbancar al PP. Se trataba siempre de “misiones humanitarias”. Esa engañifa, paralela al elocuente silencio de los antaño adalides del “No a la guerra”, obedecía al  temor de que quedase en evidencia la nauseabunda hipocresía de Zapatero y sus secuaces.

Parece que esas mentiras son ya insostenibles.

El 9 de noviembre de 2008, la ministra de Defensa, Carmen Chacón, rindió homenaje en la base afgana de Herat al cabo primero Rubén Alonso Ríos y al brigada Juan Andrés Suárez, fallecidos en un atentado suicida, lanzando el siguiente mensaje: «Estamos en Afganistán porque quienes han arrancado la vida de nuestros compañeros no sólo amenazan al pueblo afgano, amenazan la libertad y amenazan la seguridad de todos, también de nuestras familias, también de las familias españolas». Hace unos meses, José Blanco hubiera definido este mensaje como discurso típico de Bush.

Ahora Chacón demanda al Congreso un incremento de tropas para hacer frente a los piratas somalíes y sus armas de destrucción masiva. Cierto es que, al mismo tiempo, Moratinos asegura que no aportaremos más soldados a la guerra de Afganistán; pero se trata tan sólo de distraer al pacifismo mosqueado. Está ya en marcha el reemplazo de las “misiones humanitarias” por el progresismo bélico de Obama.

Y es que Obama no es Obambi. Se parece mucho a Bush, ¡que sorpresa! Se irá de Iraq, pero escalonadamente, conforme se constate la “pacificación”. Pide más tropas para Afganistán. Está dispuesto a intervenir en Paquistán. Y ya veremos que hace si Israel se cansa de esperar que sea desmantelado el programa nuclear de Irán.

 

¡Basta de mentiras!
¡Basta de derramar sangre española en guerra que no son las nuestras!
¡Fuera tropas españolas de Afganistán, Líbano, Bosnia, Kosovo...!