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En efecto, es la crisis
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A las mentiras del Gobierno de Zapatero sobre su contubernio con ETA, se unen sus embustes sobre la situación económica.

El paro registrado en las oficinas de empleo en enero ha duplicado la cifra del mismo mes del año anterior, El propio Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales ha debido reconocer que el paro se incrementó en más de 130.000 personas en el primer mes de 2008, frente a las cerca de 60.000 personas de enero de 2007, y que este aumento del desempleo se ha extendido a todos los sectores productivos.

El gobierno había establecido, como objetivo de paro al cierre de 2007, la cifra de 1,8 millones de personas. Obviamente, dicho objetivo no se ha cumplido. Hemos alcanzado los 2.200.000. Pero, en vez de admitir la realidad, Zapatero ha impuesto un discurso que niega las más palmarias evidencias.

En primer lugar, culpa de estos malos resultados a la crisis abierta por las hipotecas-basura en Estados Unidos. Pero el análisis de la composición de la subida del paro por sectores económicos muestra que esto no es verdad, sino una simple excusa para enmascarar la realidad. Una parte importante de la subida del desempleo se debe al parón del sector de la construcción, que nada tiene que ver con lo que sucede al otro lado del Atlántico. Por el contrario, la caída en la actividad de ese sector manifiesta claramente los rasgos de la crisis característica del capital, que es la crisis de sobreproducción. Ésta no se ha producido porque se hayan construido más viviendas que las que la gente necesita. Se produce por la desproporción existente entre el coste de las viviendas y la capacidad económica de los españoles para adquirirlas. A lo que se ha sumado un mayor deterioro de las expectativas de los ciudadanos provocado por el incremento  del precio oficial del dinero y por el alza de la inflación (4,2%), la más alta de la zona euro. Nada de esto tiene que ver con la crisis hipotecaria en Estados Unidos. Puede incluso afirmarse que aspectos de esa crisis están todavía por venir en nuestro país; habrá que estar atentos a los índices de morosidad en los próximos meses.

En segundo lugar, el gobierno insiste en los malos datos son coyunturales, y que van a resolverse mediante un ajuste sectorial. Pero la realidad está advirtiendo de otra cosa. El pasado trimestre el paro se incrementó en la construcción, pero también afectó a los servicios, donde en enero se destruyeron 98.194 puestos de trabajo.  En particular, el comercio también ha topado con un descenso de la capacidad de gasto, que se ha reflejado en una caída de las ventas al por menor y en aumento del paro en ese sector, fundamentalmente entre los trabajadores temporales. Este último hecho demuestra la debilidad del mercado de trabajo español ante una coyuntura adversa. La tasa de temporalidad sigue por encima del 30% de la ocupación total.

Por otra parte, ya el INE había publicado que el índice general de producción cayó en un 0,3% el pasado mes de diciembre, la mayor caída desde junio de 2003. El dato es muy relevante porque indica que ante la crisis de la construcción, la industria difícilmente servirá de reemplazo. Al contrario, está acompañando al “ladrillo” en su caída. Añádanse a estos datos el descenso de la matriculación de automóviles en un 12,9% en enero pasado.

El Gobierno confiaba en una mejora de la situación internacional para compensar, en términos de crecimiento económico y empleo, el impacto de las contradicciones internas del “milagro español”. Pero no contaba ni con que las economías de los países avanzados se aproximaran a una situación de intensa desaceleración, que podría ser de recesión en Estados Unidos.

Hay crisis: cierre del ciclo expansivo del beneficio capitalista que ha durado casi 13 años, cuya punta de lanza ha sido el ladrillo y que se ha basado en los bajos tipos de interés, en la sobre-explotación de mano de obra inmigrante y en la presión de ésta para mantener estancados los salarios de los trabajadores españoles y deteriorar sus condiciones laborales, y en el endeudamiento público y privado. Y la crisis abre paso a una fase destructiva, de recesión productiva y de multiplicación del paro, como condición de cualquier nuevo ciclo alcista.