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Eurolandia: «estandeflación», paro y endeudamiento
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Muy a la zaga de la Reserva Federal Americana, que ya va por otros derroteros, el Banco Central Europeo (BCE) ha abierto el grifo de la liquidez aplicando el anunciado programa de compra masiva de deuda, pública y privada, de los estados miembros de la eurozona mediante adquisiciones de bonos en los mercados secundarios. El europapanatismo está de enhorabuena y se auto convence del enésimo advenimiento del final del estancamiento económico y de, quizá, la apertura de algún resquicio en las férreas políticas de austeridad de la UE, fijando su horizonte en la trayectoria reciente del supuesto despegue norteamericano.

Esta expansión monetaria es justificada por los efectos benéficos que se presupone actuarán como resorte en el estímulo a la inversión, el incentivo al consumo, la fluidez del crédito, la creación de empleo y demás confeti arrojado con la intervención del BCE para traer la recuperación económica que nunca llega a consolidarse.

De acuerdo a las últimas previsiones de la Comisión Europea, el PIB de la eurozona crecerá un 1,3% en 2015. Esta optimista proyección, seguramente tan certera como las previsiones meteorológicas a un mes vista, se atribuye en parte al tirón que ejercerá la economía española, para la que se pronostica un 2,3% de crecimiento PIB y que, no obstante lo anterior, indefectiblemente, se mantendrá en el top europeo del paro con una tasa de desempleo de entorno al 24%. Es decir, crecimiento en la UE equivale a tasas elevadas de paro y subempleo.

Deflación

Pero nadie oculta que esta medida del BCE trata de conjurar, ante todo, los peligros de la inflación negativa ocasionados por la débil demanda y el parón generalizado de una prolongada depresión que apunta a la japonización de la economía europea. La Comisión Europea ha previsto que la inflación de la eurozona será de -0,1% para todo el año 2015. El objetivo primordial de “esta expansión cuantitativa” es alcanzar el 2% de inflación en 2016 y revertir el curso que se arrastra desde 2014 con una tendencia deflacionista que Eurolandia niega a capa y espada se haya instalado definitivamente y que, a más inri, ha estado acompañada en los últimos meses por la caída histórica en la cotización del barril de petróleo y, a su rebufo, de todos los precios.

Con el permiso de Alemania

Por esta actuación no convencional, el ex Goldman-Sachs y gobernador del BCE, Mario Draghi, ha sido envuelto con el halo de santidad de tecnócrata independiente, capaz de vencer las reticencias, si no veto, de la preponderante doctrina monetarista del Bundesbank alemán que, nos cuentan machaconamente, es restrictiva por los traumas de la inflación desatada de los convulsos y pretéritos tiempos de la República de Weimar. En contrapartida a la cesión de Berlín, la cacareada solidaridad europeísta se limita a “mutualizar” un 20% del riesgo de estas operaciones en caso de quiebra soberana.

Sin embargo, ahora en un periodo deflacionista y con el trasfondo del redoble de tambores de una guerra de divisas, a la potencia exportadora alemana le beneficia el chorro de liquidez y la consiguiente depreciación del euro para mantener la competitividad de sus exportaciones en sus intercambios comerciales con el resto del mundo, mientras prosigue destrozando a las economías periféricas de la eurozona, cogidas por el pesado escroto de la deuda con un proceso de devaluación interna a base de reformas estructurales que ha pauperizado a las poblaciones mediante la caída de sus salarios, el drástico recorte de prestaciones y servicios públicos y el lastre de unos rescates que en realidad han tenido lugar para salvar al capital, primordialmente, centro-europeo enfangado en Grecia, Portugal y España .

Endeudados hasta las cejas

El reinito de Expaña bajo este programa expansivo del BCE tiene asignado un presupuesto para la compra de sus títulos soberanos, a través del Banco de España del “patriota” Linde, equivalente al 10% de su deuda pública cuyo montante asciende, tras una escalada vertiginosa con el gobierno del Partido Popular, a la friolera del 100% del PIB. Una suma astronómica impagable que, en gran medida, tiene su origen en la deuda privada de los bancos y cajas de ahorro que, una vez transmutada en deuda pública por la corrupta partitocracia al servicio del gran capital en forma de rescates y avales, recae sobre los riñones de los españolitos presentes y futuros. El efecto de la actual tendencia deflacionista agrava la carga de los intereses de esa deuda, aunque los fanfarrias del ejecutivo de Mariano Rajoy alardean de haber conseguido como mérito propio la bajada de las primas de riesgo que soporta España que, por el contrario, es una reducción generalizada para el diferencial de las deudas soberanas de toda la zona euro.

El oligopolio financiero, el sector privilegiado del régimen borbónico, es el mayor tenedor de deuda pública española. Durante estos años atrás ha hecho un negocio redondo: financiación a coste casi cero en las subastas de liquidez del BCE, las LTRO, para adquirir deuda pública gratis con cuyos rendimientos del 4% han obtenido sus magros márgenes. Con la nueva medida del BCE, ahora podrán trapichear con la venta de estos títulos en los parquets. Conocido el carácter parasitario de la banca del reinito, esta liquidez no irá a parar a la economía real a través de créditos, sino a inyecciones en vena de estas entidades, como mayor beneficio neto en sus resultados.

Soluciones de fondo

Las medidas expansivas, según algunos economistas críticos abonados a la teoría en boga de la recesión de balances, vengan de USA, Japón o la UE, actualmente, no sirven más que para dopar con liquidez los ajados músculos, al borde de la extenuación, de la economía capitalista endeudada globalmente. Estas fórmulas supondrían una fútil huida hacia delante sin recorrido para retrasar, de acuerdo a esta visión, el inevitable y apocalíptico estallido de la nueva burbuja de activos que se ha ido formando a continuación de la explosión de 2008, cuando pinchó el ladrillo y los derivados financieros tóxicos.

Pero no precisamos los vaticinios de otro colapso inminente para afirmar que ya estamos inmersos de pleno en un desastre sin precedentes. Estos diagnósticos y debates acotados dentro del capitalismo son intentos de ofrecer remedios y arbitrios para resolver las contradicciones y disfunciones de un sistema insolvente en todos los órdenes.

Se puede ir más allá. Precisamente, Eurolandia no es más que un enclave del gran capital, predominantemente centro-europeo, promotor, entre otras canalladas, del retroceso de las condiciones de vida de millones de trabajadores europeos y su empobrecimiento en masa.

Superar esta dinámica destructora pasa por la ruptura total con todos los mecanismos e instancias institucionales de la UE y la constelación capitalista como el FMI. Comenzando por no reconocer ¡ni un céntimo de la deuda! Nada de reestructuración, renegociación o “auditorías ciudadanas” para determinar qué parte de la misma es o no “legítima”. En la misma dirección, salida inmediata del euro y de la disciplina del BCE para recuperar la soberanía monetaria.

Y al contrario del papel subalterno de país de servicios asignado por Eurolandia para la economía española, ejecutado por los cabos de varas de Berlín y Bruselas del régimen borbónico a coste de millones de empleos, de liquidar el tejido industrial y toda propiedad pública, articular un nuevo modelo productivo basado en la potencia del valor industrial y tecnológico con el liderazgo del sector público como motor de cambio que implica, invariablemente, la socialización sin compensación de sectores estratégicos en manos privadas como la banca y el energético. Esto supone, en la práctica, defenestrar el régimen que padecemos para reconstruir la infraestructura material de nuestra supervivencia e independencia nacional.

Esta línea de impugnación directa del euro-capitalismo abriría la vía hacia una nueva Europa de concepción socialista, inspiradora para otras naciones europeas en circunstancias similares a la española con iguales ansias de liberarse de la colonización de los bárbaros del norte y de las corruptas oligarquías del gran capital.

Además de resultar inaplazable arrancar esta andadura para salir de la catástrofe, se nos presenta un momento propicio de grandes oportunidades y posibilidades: la irrupción de un escenario multipolar con nuevos actores prestos a retar la hegemonía de todos quienes se creían los amos permitiría tejer alianzas de co-prosperidad para España y la nueva Europa.