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Republicanos
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Con ocasión de la conmemoración del último 14 de abril volvieron a salir a la calle, con ese carácter vacuo-festivo propio de la progresía “destepaís”, quienes dicen reivindicar el republicanismo hoy. Se trata de apariciones fantasmagóricas, a medio camino entre la nostalgia y el oportunismo de la degenerativa IU y su PCE. Resulta patético leer cómo los dirigentes comunistas, ahora que se les van muriendo los viejos afiliados, apelan a ciertas querencias republicanas que dicen percibir entre la juventud española. Y es que libran una carrera contra su inevitable arrinconamiento en el baúl de la historia. Piensan que, desdiciéndose de su acatamiento del orden monárquico en la Transición y saliendo a la calle con la tricolor, van a enganchar a alguien sano. Para ello ocultan que la bandera tricolor fue durante un tiempo la nacional de España y la convierten en mera coartada visual de un pútrido cenagal de insignias a las que sólo une el poderoso odio contra nuestra nación.

Pero es que ni siquiera reivindican a la fenecida II República. En su constitución se definía al Estado republicano como integral compatible con la autonomía de las regiones. Cierto es que, por las rendijas de esa autonomía se coló el separatismo (como también ha ocurrido con la constitución de 1978). Pero la constitución republicana de 1931 jamás reconoció nada parecido a las nacionalidades, naciones, realidades nacionales o como les quieran llamar.

Retorciendo un poco más la historia, este republicanismo carnavalesco no duda en aparecer como una versión actualizada del cantonalismo decimonónico en estrecha alianza con los nacionalismos antiespañoles. Llegan tarde a todo. Reivindican un federalismo republicano cuando el actual Estado de las Autonomías es un Estado federal de facto. La república que IU y sus comparsas proponen como el colmo progresista no es más que un puzzle de repúblicas étnicas. Su única diferencia con el actual régimen es el carácter electivo del jefe del Estado y la implantación del mal digerido “derecho de autodeterminación” por parte de unas etnias, viejas, nuevas o futuras.  

Es hora de que los viejos republicanos de corazón y razón que aún quedan, a los que esa mercancía caducada les encrespa, constaten que en la actual coyuntura nacional, el republicanismo por sí solo no es una idea-fuerza. Deben darse cuenta que el futuro del republicanismo pasa de manera indisoluble por su fusión plena con el naciente patriotismo español. Constatado está que el actual régimen monárquico ha sellado un pacto de futuro con las fuerzas empeñadas en acometer una segunda transición que descomponga España en una confederación de taifas entregadas a reyezuelos etnicistas. Deben apreciar que en el momento que la ciudadanía decida apostar por nuestra centenaria nación, sólo lo podrá hacer por la senda del republicanismo, por la de la III República española. Una república española que vertebre con goznes de titanio a la nación política, comunidad democrática de ciudadanos. Y que frente a la de los de la pachanga de cada 14 de abril, sólo podrá ser unitaria, democrática y, por tanto, presidencialista.