La monarquía de los banqueros y los oligopolios se autoplebiscita periódicamente mediante la convocatoria de elecciones como las pasadas generales y las del próximo día 26 a la que son llamados los españoles a participar. De lo que se trata es de legitimar mediante el voto la validez de un régimen a través de la elección de supuestas alternativas de gobierno presentadas por la partitocracia borbónica que, en su aparente pluralidad, no es más que un solo partido único neo-liberal con diversas corrientes y sensibilidades internas, familias y alas a un lado y otro del capitalismo. Así, la celebración de las elecciones como expresión máxima de la soberanía popular queda reducida para los españoles a la actuación de comparsas para el autobombo del régimen y de palmeros del nuevo equipo de dirección y gerencia del capital, los gobiernos resultantes de los comicios.
Porque gobierne quien gobierne, soberano no es el pueblo español, sino las oligarquías de las finanzas y los oligopolios a cuyo favor se gobierna y legisla siempre en contra de los intereses de los españoles. Soberanos son Bruselas y Berlín, cuyas políticas económicas de recortes sociales y devaluación de salarios se nos impone minorando nuestras condiciones de vida. Soberano es Washington a cuyos objetivos geopolíticos y geoestratégicos se pliega nuestra política internacional, haciéndonos cómplices de criminales agresiones e inaceptables injerencias contra otras naciones. Soberanos son las camarillas y clientelas de los partidos que se reparten las instituciones del Estado y ocupan las administraciones en todos los niveles repartiéndose prebendas y urdiendo tramas de corrupción.
Para mayor escarnio, la monarquía de los banqueros y los oligopolios admite en su juego a los partidos separatistas que atentan contra la soberanía popular española con sus programas antiespañoles y sus intentonas secesionistas.
Precisamente en las recientes elecciones generales, la mayoría de los partidos que conforman la partitocracia borbónica se ha envuelto en la bandera española para acallar el hartazgo de grandes sectores ante los excesos recientes del separatismo en Cataluña con la única intención de morigerar y aplacar el surgimiento de un verdadero nacionalismo español democrático arrollador y desbordante que cuestione la vigencia del régimen que nos ha traído hasta aquí.
Con paños de agua tibia constitucionalista se ha invocado diversos remedios. Pero la misma constitución que vertebra al régimen es la que posibilita la centrifugación de España. Fraudulento ha sido que Sánchez, quien ha contemporizado y gobernado con el apoyo del separatismo, incorporase en su eslogan España. Igual que resultaba engañoso que el PP, con su reciclado en Pablo Casado, nos intentara hacer olvidar que fue con ellos en el gobierno cuando, a medias entre la connivencia con el separatismo catalanista y la negligencia, se pudiera organizar en Cataluña las ominosas jornadas que desembocaron en la consulta secesionista y la subsecuente seudodeclaración de independencia. De la misma manera que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, contribuyó con su apoyo a la aplicación de un artículo 155 blando e ineficaz que, a su vez, permitió que los mismos que habían intentado la secesión estuvieran nuevamente al frente de la Generalitat a los pocos meses.
Pero si todas estas líneas de contención fueran insuficientes para taponar el surgimiento del nacionalismo español democrático, el propio régimen ha propiciado la irrupción de un nuevo partido, VOX, nacido de los pesebres del PP, con la finalidad de distorsionar y reconducir el españolismo al redil del régimen mediante la obtención de representación parlamentaria. Para ello, el partido de Abascal, enarbola un discurso liberal-conservador radicalizado en sintonía con las diversas tendencias en boga catalogadas de populistas, cuyos ejes son el patriotismo, que ha sacado del armario a muchos españoles, la unidad de España y la inmigración aderezados con recetas económicas neoliberales. Es un fenómeno simétrico al de Podemos, cuya función ha sido y es redirigir el malestar social de españoles con una opción parlamentaria que contenga las reivindicaciones en los límites del régimen mediante el corsé de propuestas reformistas.
El Partido Nacional Republicano se sigue dirigiendo a sus compatriotas para llamarles a la abstención activa, a no ser partícipes de los fastos electorales del régimen, a rechazar sus fundamentos y los programas engañosos de sus partidos. Bajo la monarquía de los banqueros no puede haber más que un simulacro de democracia y la viabilidad política de la Nación española estará más que comprometida. Ninguna de las tareas de reconstrucción y refundación que precisa España pueden realizarse mediante un programa electoral, sino solo con un programa político de oposición a la monarquía de los banqueros y las autonomías que aboque a su completa disolución y a la instauración de la República unitaria, presidencialista y socialista. Para ello no sirve el electoralismo parlamentarista ni ninguna de las opciones de la partitocracia borbónica, sino la acción directa y autoorganizada de sectores de españoles conscientes de que para que España viva, este régimen y su constitución deben morir.
¡Viva España!
¡Abajo la monarquía de los banqueros y las autonomías!